jueves, 17 de marzo de 2011

San José según el P. Tomás Morales

Se acerca el día de San José y quiero compartirles lo que el Siervo de Dios, nuestro P. Tomás Morales, nos propone:

En San José, servidor fiel y prudente, quien puso el Señor al frente de la familia, encontrará el laico su padre y protector para realizar esta delicada y trascendental misión (apostolado alma a alma)...Es el hombre que más de cerca conoció y más íntimamente amó a la Virgen. Y San José quedó constituido también, con satisfacción unánime de los que entonces la componían, en adalid y protector. Desde entonces cada miembro le venera con mayor amor, le encomienda su perseverancia y le pide cumpla en él y en todos, el mismo papel que jugó a su paso por la tierra: defender y sustentar a Jesús. Patrono de la vida interior, "en especial, personas de oración siempre le habían de ser afi­cionadas" (Teresa). "Esposo de la Virgen, Custodio del Señor, llévanos a María, y por María a Dios", repite, mientras le invoca en sus necesidades. Y se acuerda del consejo de Santa Teresa: "Quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome este glorioso Santo por maestro, y no errará el camino".

Ávido de trabajar, con y en Él, por la extensión del reino de Dios, aceptas la humilde tarea que el Padre te confía. La cumples con plenitud. Enséñame a vivir de fe en Nazaret. Quiero, en vida oculta, prolongar la Encarnación del Verbo Santo de Dios. La fe lo transfigura todo. El amor lo eterniza todo. Quiero realizar las acciones más insignificantes y corrientes con un alma divinizada, escondida, como la tuya, bajo la mirada de la Virgen, “con Cristo en Dios” (Col 3, 3). Aquí está el secreto de la santidad de Nazaret, de mi vida en la Cruzada, el caminito de la Santa de Lisieux” (29-30.)


O estas ideas tomadas de su homilía 2 de enero de 1985 acerca de San José modelo: acerca de San José modelo del laicado:

Qué discreto es san José, cómo se sabe ocultar. Y sin embargo, en la Sagrada Familia juega un papel tan trascendental. Porque después de la Virgen y el Verbo Eterno que se encarna, aquí san José lo es todo.

¿Y por qué san José lo es todo? Porque sabe callar, sabe desaparecer, sabe amar. En una palabra, sabe adorar. Él sí que está aprendiendo la gran lección de los nueve meses de la Encarnación, de los 8 ó 10 días de pesebre. Él está aprendiendo la gran lección y viviéndola, humildad obediente, obediencia humilde, pobreza virginal, virginidad en sencillez y pobreza.

¡Ah, qué desconocido es san José! Y sin embargo, qué papel tan grande tiene en la vida de un cristiano que quiere empezar a contemplar, a adorar, a desasirse de todas las cosas terrenas estando indiferente a todo lo creado, como Él y la Virgen mientras adoran a Jesús en Belén, qué indispensable para la vida cristiana de un hombre que quiere empezar a vivir con profundidad evangelio.

Aquí está san José: anchas espaldas para el trabajo, ¡ah!, no pierde ni un segundo, está siempre adorando, está siempre trabajando, está siempre solícito cuidando de la Virgen y sobre todo de Jesús niño. No tiene un instante libre, no piensa más que en amar, en adorar y en trabajar por ellos. Aquí está san José. Es el ministro de relaciones exteriores de la Sagrada Familia, él es el que se tiene que preocupar de todo en Nazaret en los cuatro ó cinco días de camino hacia Belén, en la gruta de Belén, en Egipto después, en Nazaret últimamente, y siempre relacionándose con todos .

Se va ganando amigos por todas partes, no se cierra en sí mismo, va abriéndose, comunicativo siempre, a todos. Es el promotor de relaciones pública, relaciones humanas, ¡ah! Está dando a conocer con su presencia, más que con sus palabras, que Dios está ya en la tierra...¡Ah!, es que en el papel o en la labor alma a alma san José representa para ti, y para todo cristiano que quiere ser un laico movilizado en servicio de Dios, un papel providencial e insustituible. ¡Ah!, quizá haya estado mortecino hasta ahora ese apostolado tan característico de los laicos que es, sobre todo, el ir ganándose amigos a base de clavar codos con ellos, y de estudiar horas y horas -san José es un modelo de trabajo- precisamente para la mayor gloria de Dios, y poder, en todas las estructuras profanas, irradiar a este Cristo que acaba de nacer.

Qué modelo tan maravilloso es san José. Anchas espaldas para trabajar sin quejarse nunca. Y sobre todo saber callar. Todo lo que nos dice la Sagrada Escritura de él se cifra en una palabra: Vir iustus, hombre justo; es decir, que estaba, que estaba en su sitio desapareciendo. Desapareciendo siempre como va a desaparecer ahora en el Año Internacional de la Juventud, y resulta que es el modelo más maravilloso para troquelar y formar jóvenes. Aquí está el hombre de carácter, san José; aquí está el hombre de anchas espaldas que sabe callar y sufrir y amar, y está siempre sonriente, y al mismo tiempo relaciones públicas. Al mismo tiempo, asuntos exteriores. Porque es el que pone en comunicación a la Virgen y José con el mundo que les rodea. ¡Ah! Qué ejemplo, qué maravilloso ejemplo para profundizar en los doce meses de este año en la figura de san José, y así hacernos con él ante el misterio Cristo pesebre, obedientes en la humildad, humildes en la obediencia, virginales en la pobreza, pobres en la virginidad. "Porque si no volvéis a ser como niños... -como este niño que ha nacido, pobre, obediente, humilde, virginal- no entraréis en el reino".

¿Verdad que se te abre el corazón a la confianza, pensando en la intercesión poderosa del Santo? Tenemos como intercesor en el cielo al que proclamamos como abogado en la tierra. Entonces él nos alcanzará con sus oraciones lo que nuestras fuerzas tan débiles no consiguen: olvidarnos totalmente de nosotros mismos y empezar a vivir con plenitud vida de pesebre, vida de cruz, vida de Resurrección. En una palabra, la alegría y el gozo de poder hacer la Santa Misa. Porque mira, san José está haciendo misa desde el primer día del Adviento, con la Virgen Santa María.¿Por qué? Porque en sus entrañas virginales allí la Hostia pura, la Hostia santa, la Hostia inmaculada, está ofreciéndose. "Padre, no he venido a hacer mi voluntad sino la tuya. ¿No te han bastado sacrificios de animales y mundos y machos cabríos? Me has adaptado un cuerpecito, un cuerpo; he aquí que vengo a hacer tu voluntad". Entonces, san José, todas las horas del día, las que está haciendo misa, porque está contemplando a Jesús Hostia Santa en el pesebre, y a la Virgen con Él y en Él, se ofrece. Porque mira, aquí en la Santa Misa, este sacerdote que tú ves con los ojos de la cara no representa casi nada, se pierde entre dos mundos. Primero el mundo de la divinidad con el cual se pone en contacto para ofrecerse no él sino toda la Iglesia; y segundo, el mundo de la Iglesia peregrina, de la iglesia triunfante, de la Iglesia que se purifica, porque es la Iglesia, no el sacerdote, quien ofrece y quien se ofrece en la Santa Misa. Tú desapareces como una gotita de agua y yo también. Aquí no hay más que un sacerdote eterno, sumo, Cristo Jesús. Y tú y yo desaparecemos entre dos mundos, y tú que eres Iglesia eres quien hace el sacrificio de la misa, quien lo ofrece al Padre de los cielos, y san José, claro, podía ser ministro de relaciones exteriores porque estaba siempre haciendo misa cada momento del día, aunque tuviese que estar tratando con la gente.

La amistad personal le iba uniendo con unos y con otros, pero siempre sin perder de vista el pesebre, Cristo Jesús, el altar inmaculado del corazón de la Virgen que se ofrece. ¡Ah! Qué maravilloso es san José, y qué profundidades podéis descubrir en Convivencias y en los doce meses del año que deberíamos consagrar de un modo especial a san José. Ah! San José podría ser para nosotros, ocultamente en este año de la juventud, el motor de tantas cosas, y la una, y la más fundamental, desaparecer amando en un acto de adoración continua en obediencia humilde y humildad obediente, en pobreza virginal y en virginidad pobre y desprendida de todas las cosas de la tierra.