lunes, 25 de abril de 2011

La Pascua Florida

Mensaje de monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo, (y militante de Santa María por muchos años) con motivo de la Pascua de Resurrección.

* * *

Queridos hermanos y amigos: paz y bien. Decimos de quienes se contrarían, que están malhumorados. Sí, que se les ha colado un mal humor en los adentros y les deja contrariados. Pero las cosas no tienen esas penurias ahumadas malamente, aunque lavida nos complique la andadura y nos haga fatigar y hasta afogarnos en las cuestas arriba, o nos precipite desbocados en las cuestas abajo. Hay un modo distinto de ver las cosas, que aunque éstas no cambien, son otras si las miramos asomados desde otros ojos.


A veces la vida huele a azahar y sabe como a tomillo, y la tierra te llena de frescor mañanero, tanto que parece recién bañada con matutino remojo. Y además, si se la sabe mirar, más aún, si se sabe amarla, ¡entonces qué fácil es descubrir su íntimo secreto que te llena de paz y alegría el alma!


La Pascua florida nos trae esa canción. No se trata de una poesía enajenante que nos saca del quicio y del huerto, que nos emboba distraídos para no afrontar las cosas como la vida requiere. Pero la Pascua florida tiene esa belleza siempre nueva, que se estrena en esperanza y que se brinda con sonrisas, no como si nada hubiese pasado o como si nada estuviese pasando, sino precisamente en medio de todo esto.


Hemos vuelto a guardar nuestros capisayos semanasanteros, y hemos regresado a nuestros habituales asuntos tras la tregua piadosa de los días más cristianos del año. Y no se trata de volver cansinos a la carga, al hoyo o al bollo de lo cotidiano con una mueca de derrota como quien debe reemprender lo propio con enfado.


La Pascua florida nos dice que hay algo que realmente vuelve acomenzar rompiendo el maleficio que nos hace rehenes tristes de una inercia difícil de cambiar. Los inviernos y sus inclemencias, esos fríos que congelan toda posible calidez, dejan paso inevitablemente a una primavera que de modo imparable nos explota fecunda la vida. Es lo que significa la palabra hebrea "pascua", el paso, lo que acontece sin que nada ni nadie lo pueda detener. Dios pasa y pasea su vida habiendo vencido de mil modos la parada acorralante de la muerte. Esta es la Pascua que en este día vemos florecer, como se abre la flor en lo que fuera semilla, como se abre la flor en lo que luego será fruto también.


Nos llena de santa alegría esta esperanza cierta, una esperanza cumplida que una y otra vez se hace hueco en medio de nuestras cuitas, de nuestros desconciertos, de nuestros cansancios y nuestros miedos. Hay algo que se hace rebelde en nosotros por dentro, cuando una extraña y dulce fortaleza se resiste a que la vida se haga lenta, pesada, cansina y sin derrotero. Y esto es la exigencia de nuestro corazón que se hace demanda, se hace plegaria, se hace gracia en el encuentro. Sí, un encuentro entre mis preguntas más mías, y las respuestas del Señor que me las revela.


Pascua florida, regreso estrenador de la vida, donde nuestros sepulcros quedan vacíos y la muerte vencida. La luz se demostró más grande infinitamente que todas nuestras oscuridades juntas. La bondad se hizo hueco en medio de nuestras maldades. La gracia del Resucitado ha logrado hacer caducas a nuestras desgracias mortales. Y la vida misma, nos narra de tantos modos el regalo que Dios nos hace al abrazar nuestra realidad espesa y nuestra humanidad herida. Cristo ha vencido. Albricias es el canto.


Nosotros los testigos y una alegría pascual nuestra seña y nuestro santo. Nos inunda a raudales la Santa Pascua florida. Felicidades.


Recibid mi afecto y mi bendición.


+ Fr. Jesús Sanz Montes,


ofm Arzobispo de Oviedo


domingo, 17 de abril de 2011

Cinco escenas en el Domingo de Ramos


Hemos llegado a la “gran semana” o “semana mayor”; también llamada “Semana Santa”, por los grandes acontecimientos de la redención que vamos a revivir.
Es una semana de gozo y gratitud en la que el amor recuerda y aprende a amar.
En el domingo de hoy la liturgia de la Palabra nos invita a reflexionar en cinco “cuadros” o momentos especiales.
Nos detendremos más en el primero, que es el propio del día, tomando algunas ideas del segundo tomo de “Jesús de Nazareth” que Benedicto XVI nos acaba de regalar.

* Jesús venía “subiendo” desde el mar de Galilea que está aproximadamente a 200 metros bajo el nivel del mar, hacia Jerusalén que está 700 metros sobre el mar.
Al principio le acompañan los doce apóstoles pero, poco a poco, se le va añadiendo un grupo creciente de peregrinos que van también a celebrar la Pascua en Jerusalén.
Mateo y Marcos nos dicen que, ya al salir de Jericó, una gran muchedumbre seguía a Jesús, incluido el ciego Bartimeo, feliz por haber recuperado la vista.
Serán estos que le acompañan, los que empezarán la gran manifestación del triunfo de Jesucristo en el que llamamos “domingo de ramos”.
Es Jesús mismo el que, en esos momentos y siguiendo el plan del Padre, “reivindica para sí el derecho del rey a requisar los medios de transporte, un derecho conocido en toda la antigüedad.
El hecho de que se trate de un animal sobre el que nadie ha montado todavía, remite también a un derecho real. Y sobre todo se hace alusión a ciertas palabras del Antiguo Testamento que dan a todo el episodio un sentido más profundo”.
Pero el poder de Jesús es distinto del de los reyes antiguos y en especial de todo lo que pueda suponer violencia.
“Su poder… reside en la pobreza de Dios, en la paz de Dios, que Él considera el único poder salvador”.
Por otra parte, “también el echar los mantos tiene su sentido en la realeza de Israel…”.
“Los peregrinos que han venido con Jesús a Jerusalén se dejan contagiar por el entusiasmo de los discípulos; ahora alfombran con sus mantos el camino por donde pasa. Cortan ramas de los árboles y gritan palabras del salmo 118...:
¡Hossana!, ¡bendito el que viene en nombre del Señor!”.
Después de la lectura de este párrafo del Evangelio, con el que empieza la liturgia, tomamos los ramos y comenzamos la procesión hacia el lugar donde se celebrará la Santa Misa. Estos ramos que aclamaron a Jesús aquel día hablan de lo efímero que es el triunfo humano, lo mismo que los ramos que ahora llevamos nosotros y que terminarán convertidos en ceniza el próximo año.

* En la primera lectura Isaías nos habla del siervo del Señor que representa a Jesús como el discípulo fiel al plan de Dios.
Él carga sobre sí todos los dolores de la pasión y muerte para “decir al abatido una palabra de aliento”. Y la palabra de aliento es que no nos faltará nunca el Señor en medio de las peores tribulaciones.
En la enfermedad, en la falta de trabajo, en la calumnia, etc; Isaías nos invita a tener presentes estas palabras “el Señor me ayuda”.

* El tercer momento es el del salmo responsorial que se hace eco del calvario y nos invita a repetir “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”
Son las palabras de Jesús en al cruz.
El salmo 21 que meditamos pasa de la dolorosa situación del abandono total y lo que es peor, no sólo de los hombres, sino del mismo Dios, a la confianza filial:
“Señor, no te quedes lejos. Fuerza mía ven corriendo a ayudarme”.
Buena lección para nosotros: En los momentos difíciles fiémonos siempre de Dios.

* Por su parte San Pablo, en la carta a los filipenses, recuerda todo el plan de Cristo redentor:
En efecto, manteniendo la divinidad se humilla hasta pasar como un hombre de tantos. Como el hijo del carpintero.
Asumió todas las limitaciones humanas hasta la peor muerte, la de cruz.
Todo fue en obediencia al plan de Dios.
Pero con su humillación merece la exaltación más grande y el título de Kiryos, que traducimos como “Señor”, y que la Biblia aplica únicamente a Dios.
Por eso, frente al Redentor humillado, es preciso que ahora “toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame:
¡Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre!”.

* El último cuadro es el Evangelio de hoy. Se llama la “pasión de nuestro Señor Jesucristo”.
La liturgia en el domingo anterior a la Pascua, recuerda a la asamblea dominical de los fieles, todo el relato de la pasión.
Este año es el de San Mateo.
Ojalá el sacerdote nos lo lea entero y podamos seguirla con verdadera pasión de enamorados.
Pero si hace la lectura breve, te animo a encerrarte en tu cuarto más tarde (o mejor en familia) y lee todo. Es Mateo del capítulo 26,14 al capítulo 27,66.
Es largo. Pero es domingo y no tienes cosas más urgentes que hacer.
Recuerda con amor todo lo que Jesús pasó por ti.
Medita con atención.
Adora a tu Dios.
Agradece a tu Redentor.
No olvides que a Jesús le debes la salvación y por eso puedes vivir en la esperanza de un mundo mejor que no acabará nunca.

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Escribe: José Ignacio Alemany Grau

jueves, 17 de marzo de 2011

San José según el P. Tomás Morales

Se acerca el día de San José y quiero compartirles lo que el Siervo de Dios, nuestro P. Tomás Morales, nos propone:

En San José, servidor fiel y prudente, quien puso el Señor al frente de la familia, encontrará el laico su padre y protector para realizar esta delicada y trascendental misión (apostolado alma a alma)...Es el hombre que más de cerca conoció y más íntimamente amó a la Virgen. Y San José quedó constituido también, con satisfacción unánime de los que entonces la componían, en adalid y protector. Desde entonces cada miembro le venera con mayor amor, le encomienda su perseverancia y le pide cumpla en él y en todos, el mismo papel que jugó a su paso por la tierra: defender y sustentar a Jesús. Patrono de la vida interior, "en especial, personas de oración siempre le habían de ser afi­cionadas" (Teresa). "Esposo de la Virgen, Custodio del Señor, llévanos a María, y por María a Dios", repite, mientras le invoca en sus necesidades. Y se acuerda del consejo de Santa Teresa: "Quien no hallare maestro que le enseñe oración, tome este glorioso Santo por maestro, y no errará el camino".

Ávido de trabajar, con y en Él, por la extensión del reino de Dios, aceptas la humilde tarea que el Padre te confía. La cumples con plenitud. Enséñame a vivir de fe en Nazaret. Quiero, en vida oculta, prolongar la Encarnación del Verbo Santo de Dios. La fe lo transfigura todo. El amor lo eterniza todo. Quiero realizar las acciones más insignificantes y corrientes con un alma divinizada, escondida, como la tuya, bajo la mirada de la Virgen, “con Cristo en Dios” (Col 3, 3). Aquí está el secreto de la santidad de Nazaret, de mi vida en la Cruzada, el caminito de la Santa de Lisieux” (29-30.)


O estas ideas tomadas de su homilía 2 de enero de 1985 acerca de San José modelo: acerca de San José modelo del laicado:

Qué discreto es san José, cómo se sabe ocultar. Y sin embargo, en la Sagrada Familia juega un papel tan trascendental. Porque después de la Virgen y el Verbo Eterno que se encarna, aquí san José lo es todo.

¿Y por qué san José lo es todo? Porque sabe callar, sabe desaparecer, sabe amar. En una palabra, sabe adorar. Él sí que está aprendiendo la gran lección de los nueve meses de la Encarnación, de los 8 ó 10 días de pesebre. Él está aprendiendo la gran lección y viviéndola, humildad obediente, obediencia humilde, pobreza virginal, virginidad en sencillez y pobreza.

¡Ah, qué desconocido es san José! Y sin embargo, qué papel tan grande tiene en la vida de un cristiano que quiere empezar a contemplar, a adorar, a desasirse de todas las cosas terrenas estando indiferente a todo lo creado, como Él y la Virgen mientras adoran a Jesús en Belén, qué indispensable para la vida cristiana de un hombre que quiere empezar a vivir con profundidad evangelio.

Aquí está san José: anchas espaldas para el trabajo, ¡ah!, no pierde ni un segundo, está siempre adorando, está siempre trabajando, está siempre solícito cuidando de la Virgen y sobre todo de Jesús niño. No tiene un instante libre, no piensa más que en amar, en adorar y en trabajar por ellos. Aquí está san José. Es el ministro de relaciones exteriores de la Sagrada Familia, él es el que se tiene que preocupar de todo en Nazaret en los cuatro ó cinco días de camino hacia Belén, en la gruta de Belén, en Egipto después, en Nazaret últimamente, y siempre relacionándose con todos .

Se va ganando amigos por todas partes, no se cierra en sí mismo, va abriéndose, comunicativo siempre, a todos. Es el promotor de relaciones pública, relaciones humanas, ¡ah! Está dando a conocer con su presencia, más que con sus palabras, que Dios está ya en la tierra...¡Ah!, es que en el papel o en la labor alma a alma san José representa para ti, y para todo cristiano que quiere ser un laico movilizado en servicio de Dios, un papel providencial e insustituible. ¡Ah!, quizá haya estado mortecino hasta ahora ese apostolado tan característico de los laicos que es, sobre todo, el ir ganándose amigos a base de clavar codos con ellos, y de estudiar horas y horas -san José es un modelo de trabajo- precisamente para la mayor gloria de Dios, y poder, en todas las estructuras profanas, irradiar a este Cristo que acaba de nacer.

Qué modelo tan maravilloso es san José. Anchas espaldas para trabajar sin quejarse nunca. Y sobre todo saber callar. Todo lo que nos dice la Sagrada Escritura de él se cifra en una palabra: Vir iustus, hombre justo; es decir, que estaba, que estaba en su sitio desapareciendo. Desapareciendo siempre como va a desaparecer ahora en el Año Internacional de la Juventud, y resulta que es el modelo más maravilloso para troquelar y formar jóvenes. Aquí está el hombre de carácter, san José; aquí está el hombre de anchas espaldas que sabe callar y sufrir y amar, y está siempre sonriente, y al mismo tiempo relaciones públicas. Al mismo tiempo, asuntos exteriores. Porque es el que pone en comunicación a la Virgen y José con el mundo que les rodea. ¡Ah! Qué ejemplo, qué maravilloso ejemplo para profundizar en los doce meses de este año en la figura de san José, y así hacernos con él ante el misterio Cristo pesebre, obedientes en la humildad, humildes en la obediencia, virginales en la pobreza, pobres en la virginidad. "Porque si no volvéis a ser como niños... -como este niño que ha nacido, pobre, obediente, humilde, virginal- no entraréis en el reino".

¿Verdad que se te abre el corazón a la confianza, pensando en la intercesión poderosa del Santo? Tenemos como intercesor en el cielo al que proclamamos como abogado en la tierra. Entonces él nos alcanzará con sus oraciones lo que nuestras fuerzas tan débiles no consiguen: olvidarnos totalmente de nosotros mismos y empezar a vivir con plenitud vida de pesebre, vida de cruz, vida de Resurrección. En una palabra, la alegría y el gozo de poder hacer la Santa Misa. Porque mira, san José está haciendo misa desde el primer día del Adviento, con la Virgen Santa María.¿Por qué? Porque en sus entrañas virginales allí la Hostia pura, la Hostia santa, la Hostia inmaculada, está ofreciéndose. "Padre, no he venido a hacer mi voluntad sino la tuya. ¿No te han bastado sacrificios de animales y mundos y machos cabríos? Me has adaptado un cuerpecito, un cuerpo; he aquí que vengo a hacer tu voluntad". Entonces, san José, todas las horas del día, las que está haciendo misa, porque está contemplando a Jesús Hostia Santa en el pesebre, y a la Virgen con Él y en Él, se ofrece. Porque mira, aquí en la Santa Misa, este sacerdote que tú ves con los ojos de la cara no representa casi nada, se pierde entre dos mundos. Primero el mundo de la divinidad con el cual se pone en contacto para ofrecerse no él sino toda la Iglesia; y segundo, el mundo de la Iglesia peregrina, de la iglesia triunfante, de la Iglesia que se purifica, porque es la Iglesia, no el sacerdote, quien ofrece y quien se ofrece en la Santa Misa. Tú desapareces como una gotita de agua y yo también. Aquí no hay más que un sacerdote eterno, sumo, Cristo Jesús. Y tú y yo desaparecemos entre dos mundos, y tú que eres Iglesia eres quien hace el sacrificio de la misa, quien lo ofrece al Padre de los cielos, y san José, claro, podía ser ministro de relaciones exteriores porque estaba siempre haciendo misa cada momento del día, aunque tuviese que estar tratando con la gente.

La amistad personal le iba uniendo con unos y con otros, pero siempre sin perder de vista el pesebre, Cristo Jesús, el altar inmaculado del corazón de la Virgen que se ofrece. ¡Ah! Qué maravilloso es san José, y qué profundidades podéis descubrir en Convivencias y en los doce meses del año que deberíamos consagrar de un modo especial a san José. Ah! San José podría ser para nosotros, ocultamente en este año de la juventud, el motor de tantas cosas, y la una, y la más fundamental, desaparecer amando en un acto de adoración continua en obediencia humilde y humildad obediente, en pobreza virginal y en virginidad pobre y desprendida de todas las cosas de la tierra.