Hemos llegado a la “gran semana” o “semana mayor”; también llamada “Semana Santa”, por los grandes acontecimientos de la redención que vamos a revivir.
Es una semana de gozo y gratitud en la que el amor recuerda y aprende a amar.
En el domingo de hoy la liturgia de la Palabra nos invita a reflexionar en cinco “cuadros” o momentos especiales.
Nos detendremos más en el primero, que es el propio del día, tomando algunas ideas del segundo tomo de “Jesús de Nazareth” que Benedicto XVI nos acaba de regalar.
* Jesús venía “subiendo” desde el mar de Galilea que está aproximadamente a 200 metros bajo el nivel del mar, hacia Jerusalén que está 700 metros sobre el mar.
Al principio le acompañan los doce apóstoles pero, poco a poco, se le va añadiendo un grupo creciente de peregrinos que van también a celebrar la Pascua en Jerusalén.
Mateo y Marcos nos dicen que, ya al salir de Jericó, una gran muchedumbre seguía a Jesús, incluido el ciego Bartimeo, feliz por haber recuperado la vista.
Serán estos que le acompañan, los que empezarán la gran manifestación del triunfo de Jesucristo en el que llamamos “domingo de ramos”.
Es Jesús mismo el que, en esos momentos y siguiendo el plan del Padre, “reivindica para sí el derecho del rey a requisar los medios de transporte, un derecho conocido en toda la antigüedad.
El hecho de que se trate de un animal sobre el que nadie ha montado todavía, remite también a un derecho real. Y sobre todo se hace alusión a ciertas palabras del Antiguo Testamento que dan a todo el episodio un sentido más profundo”.
Pero el poder de Jesús es distinto del de los reyes antiguos y en especial de todo lo que pueda suponer violencia.
“Su poder… reside en la pobreza de Dios, en la paz de Dios, que Él considera el único poder salvador”.
Por otra parte, “también el echar los mantos tiene su sentido en la realeza de Israel…”.
“Los peregrinos que han venido con Jesús a Jerusalén se dejan contagiar por el entusiasmo de los discípulos; ahora alfombran con sus mantos el camino por donde pasa. Cortan ramas de los árboles y gritan palabras del salmo 118...:
¡Hossana!, ¡bendito el que viene en nombre del Señor!”.
Después de la lectura de este párrafo del Evangelio, con el que empieza la liturgia, tomamos los ramos y comenzamos la procesión hacia el lugar donde se celebrará la Santa Misa. Estos ramos que aclamaron a Jesús aquel día hablan de lo efímero que es el triunfo humano, lo mismo que los ramos que ahora llevamos nosotros y que terminarán convertidos en ceniza el próximo año.
* En la primera lectura Isaías nos habla del siervo del Señor que representa a Jesús como el discípulo fiel al plan de Dios.
Él carga sobre sí todos los dolores de la pasión y muerte para “decir al abatido una palabra de aliento”. Y la palabra de aliento es que no nos faltará nunca el Señor en medio de las peores tribulaciones.
En la enfermedad, en la falta de trabajo, en la calumnia, etc; Isaías nos invita a tener presentes estas palabras “el Señor me ayuda”.
* El tercer momento es el del salmo responsorial que se hace eco del calvario y nos invita a repetir “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”
Son las palabras de Jesús en al cruz.
El salmo 21 que meditamos pasa de la dolorosa situación del abandono total y lo que es peor, no sólo de los hombres, sino del mismo Dios, a la confianza filial:
“Señor, no te quedes lejos. Fuerza mía ven corriendo a ayudarme”.
Buena lección para nosotros: En los momentos difíciles fiémonos siempre de Dios.
* Por su parte San Pablo, en la carta a los filipenses, recuerda todo el plan de Cristo redentor:
En efecto, manteniendo la divinidad se humilla hasta pasar como un hombre de tantos. Como el hijo del carpintero.
Asumió todas las limitaciones humanas hasta la peor muerte, la de cruz.
Todo fue en obediencia al plan de Dios.
Pero con su humillación merece la exaltación más grande y el título de Kiryos, que traducimos como “Señor”, y que la Biblia aplica únicamente a Dios.
Por eso, frente al Redentor humillado, es preciso que ahora “toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame:
¡Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre!”.
* El último cuadro es el Evangelio de hoy. Se llama la “pasión de nuestro Señor Jesucristo”.
La liturgia en el domingo anterior a la Pascua, recuerda a la asamblea dominical de los fieles, todo el relato de la pasión.
Este año es el de San Mateo.
Ojalá el sacerdote nos lo lea entero y podamos seguirla con verdadera pasión de enamorados.
Pero si hace la lectura breve, te animo a encerrarte en tu cuarto más tarde (o mejor en familia) y lee todo. Es Mateo del capítulo 26,14 al capítulo 27,66.
Es largo. Pero es domingo y no tienes cosas más urgentes que hacer.
Recuerda con amor todo lo que Jesús pasó por ti.
Medita con atención.
Adora a tu Dios.
Agradece a tu Redentor.
No olvides que a Jesús le debes la salvación y por eso puedes vivir en la esperanza de un mundo mejor que no acabará nunca.
Escribe: José Ignacio Alemany Grau
No hay comentarios:
Publicar un comentario